Más abrazos, menos gritos: Cómo educar desde la comprensión y la educación emocional

Madre hablando con su hijo a su nivel, ejemplo de crianza sin gritos y educación emocional.
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La educación emocional es clave para fortalecer el vínculo entre padres e hijos. Es el final de un largo día. Has tenido que repetirle a tu hijo varias veces que recoja sus juguetes, que haga la tarea, que deje de pelearse con su hermano. Y al final, después de muchos intentos y mucha paciencia, terminas gritando. Él, finalmente, hace lo que le pediste, pero tú te quedas con una sensación amarga. ¿Te ha pasado alguna vez? Este sentimiento de culpa es común en muchos padres que, al igual que tú, buscan lo mejor para sus hijos, pero a veces sienten que no hay otra salida.

Lo cierto es que, aunque gritar puede parecer la única opción en momentos de frustración, ¿realmente estamos educando de la manera que deseamos? ¿Qué precio pagamos por esos gritos, tanto nosotros como nuestros hijos? En este artículo, explicaremos cómo podemos reemplazar esos momentos de tensión por otros llenos de comprensión, y cómo el amor y los abrazos pueden ser mucho más efectivos que los gritos para educar desde la conexión emocional aplicando estrategias de educación emocional. Para explorar más sobre este enfoque, visita algunos recursos sobre disciplina positiva en España de la Asociación Española de Disciplina Positiva.

¿Cómo impacta la educación emocional en la crianza sin gritos? ¿Qué sienten nuestros hijos cuando gritamos?

Cuando elevamos la voz, nuestros hijos pueden obedecer en ese momento, pero ¿cómo se sienten realmente? Los gritos, aunque logran una respuesta inmediata, suelen dejar una huella emocional profunda. Los niños pueden sentirse asustados, tristes o incluso confundidos sobre lo que hicieron mal. Al gritar, estamos afectando su autoestima y la confianza con nosotros y consigo mismos..

¿Qué es lo que realmente queremos cuando pedimos algo a nuestros hijos? Probablemente no sea solo que obedezcan, sino que aprendan a actuar de manera responsable y cooperativa, comprendiendo el porqué de lo que les pedimos. Para ello, es esencial que nuestro enfoque se base en la empatía y la comprensión. Si nos tomamos un momento para pensar en cómo se sienten nuestros hijos cuando nos ven frustrados o enojados, podemos empezar a cambiar nuestra respuesta hacia ellos.

¿Cómo podemos educar desde el amor en lugar desde la frustración?

Los gritos no solo afectan a nuestros hijos, sino también a nosotros como padres. ¿Te has dado cuenta de cómo te sientes después de un episodio de gritos? La culpa y la tristeza suelen acompañar estos momentos. Pero, ¿y si pudiéramos evitar esos momentos de tensión y convertirlos en oportunidades para fortalecer nuestra relación con nuestros hijos? ¿Es posible educar con menos gritos y más abrazos? La respuesta es sí.

Estrategias de educación emocional para pasar de los gritos a los abrazos

Soluciones prácticas: Cómo pasar de los gritos a los abrazos

La buena noticia es que podemos cambiar nuestra forma de educar, y no necesitamos ser perfectos para hacerlo. Con pequeñas acciones diarias, podemos transformar los momentos de conflicto en momentos de conexión. A continuación, te comparto algunas estrategias prácticas que puedes implementar para empezar a educar desde la calma y la comprensión.

1. Haz una pausa y respira antes de reaccionar

Cuando sientas que estás a punto de explotar, haz una pausa. Respira profundamente y da un paso atrás. A veces, ese pequeño espacio entre el impulso de gritar y la acción puede marcar la diferencia. Por ejemplo, puedes decirte a ti mismo: “Esto también pasará, y puedo manejarlo con calma”. Este simple gesto te permitirá tomar control de la situación y responder de manera más serena. Al hacerlo, también le estarás mostrando a tu hijo cómo gestionar sus propias emociones en momentos de tensión.

2. Conecta antes de corregir

Los niños responden mucho mejor cuando se sienten comprendidos. Antes de dar una orden o corregir su comportamiento, establece una conexión emocional. Baja a su nivel, mírale a los ojos y, con una voz suave, dile lo que necesitas que haga. Por ejemplo, en lugar de gritar desde el otro lado de la habitación que recoja los juguetes, acércate y dile: “Veo que estás muy entretenido jugando, y es hora de recoger los juguetes. ¿Te gustaría que lo hiciéramos juntos?” Esta simple conexión puede hacer que tu hijo coopere más fácilmente.

3. Ofrece opciones y fomenta la autonomía

A los niños les gusta sentir que tienen control sobre sus decisiones. Darles opciones sencillas puede hacer que se sientan más involucrados y dispuestos a cooperar. Por ejemplo, en lugar de decir “¡Recoge los juguetes ahora mismo!”, prueba con: “¿Quieres empezar recogiendo los bloques o los coches?”. Este tipo de preguntas les da una sensación de empoderamiento, lo que reduce su resistencia.

4. Reemplaza los gritos con afecto y aliento

Los abrazos y las palabras amables son una forma poderosa de reforzar el buen comportamiento. Cuando tu hijo haga algo bien, aunque sea pequeño, asegúrate de reconocerlo con afecto. Un simple “Gracias por ayudarme a recoger la cocina, me has ayudado mucho” acompañado de un abrazo, puede fortalecer su autoestima y su disposición a seguir colaborando. El aliento crea un ambiente de confianza y respeto, donde los niños se sienten valorados por sus esfuerzos.

Recapitulemos lo aprendido hasta aquí

Hemos reflexionado sobre cómo los gritos pueden afectar negativamente tanto a nuestros hijos como a nosotros mismos. También hemos visto algunas estrategias simples pero efectivas para reducir esos momentos de tensión y transformarlos en oportunidades de conexión emocional. Al pausar y respirar, conectar antes de corregir y ofrecer opciones, podemos crear un ambiente más tranquilo en casa, donde el respeto y el amor sean los protagonistas.

Pasemos al siguiente paso: cómo mantener esta actitud de calma y afecto incluso en los días más difíciles, y cómo desarrollar una mayor conciencia emocional en nuestro día a día.

Mantén la calma: La clave está en nuestra propia gestión emocional

Como padres, es importante que reconozcamos nuestras propias emociones y aprendamos a gestionar nuestra reacción ante ellas. ¿Cómo podemos ofrecer calma si nosotros mismos no la sentimos? La frustración, el cansancio o el estrés son emociones normales, pero es crucial que aprendamos a manejarlas para no proyectarlas en nuestros hijos.

Reflexiona sobre tus propias emociones

Cuando te sientas abrumado, tómate un momento para identificar qué es lo que realmente te está molestando. A veces, lo que nos lleva a gritar no es solo el comportamiento de nuestros hijos, sino una acumulación de estrés o preocupaciones externas. Reconocer nuestras emociones es el primer paso para manejar nuestra reacción de manera saludable.

Sirve de modelo en la gestión emocional

Los niños aprenden observando, y tu capacidad para gestionar tus emociones les enseñará a ellos a hacer lo mismo. Cuando te sientas frustrado o enojado, verbaliza lo que estás sintiendo y muéstrales cómo te calmas. Puedes decir: “Me siento frustrado ahora mismo, voy a respirar hondo para calmarme antes de seguir hablando”. Este tipo de modelado no sólo ayuda a calmar la situación, sino que también les proporciona a tus hijos herramientas para gestionar sus propias emociones.

Conclusión: Más abrazos para construir relaciones más fuertes

Madre hablando con su hijo a su nivel, ejemplo de crianza sin gritos y educación emocional.
La crianza sin gritos promueve la comprensión mutua.

Educar desde el amor, la paciencia y la comprensión es un reto constante, pero los resultados valen la pena. Más abrazos y menos gritos no significa que nunca vamos a sentirnos frustrados o que siempre vamos a tener la respuesta perfecta. Significa que, a pesar de nuestras emociones, elegimos conectarnos emocionalmente con nuestros hijos, crear un ambiente de respeto y ayudarlos a crecer como personas seguras y empáticas.

El cambio comienza en ti. Si estás interesado en seguir aprendiendo y profundizar en el enfoque de la disciplina positiva, te invitamos a unirte a nuestras formaciones en Educa en Positivo. Juntos podemos crear un entorno donde los abrazos y la comprensión sean la base de una educación emocionalmente sana.

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