Cómo gestionar las emociones de tus hijos desde la empatía: Claves para acompañarlos con crianza respetuosa

Madre e hijo bajo un árbol, simbolizando conexión y crianza respetuosa
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Imagina esta escena: tu hijo está en medio de una rabieta. Grita, llora y parece inconsolable. Como padre o madre, probablemente ya has intentado calmarlo, pero nada parece funcionar. En esos momentos, quizás te preguntas, ¿qué estoy haciendo mal? o ¿por qué mi hijo no puede controlar sus emociones?

Estas situaciones son comunes en cualquier hogar. Todos los padres han sentido la frustración de no saber cómo manejar estos momentos desafiantes. Pero aquí está la clave: las emociones de nuestros hijos no son algo que debemos corregir o reprimir. En lugar de intentar que desaparezcan, debemos aprender a acompañarlas desde el respeto y la empatía.

¿Qué necesitan realmente nuestros hijos cuando están desbordados emocionalmente?

Ilustración del cerebro de un niño mostrando caos y calma durante una rabieta.
Cerebro Emociones desbordadas en Niño

Cuando un niño está inmerso en una rabieta, su cerebro está actuando de manera completamente emocional. No están en condiciones de razonar o entender órdenes. ¿Cómo nos sentimos los adultos cuando estamos enfadados o frustrados y alguien intenta imponernos una solución? Probablemente nos resistimos. Los niños, aunque aún están aprendiendo a gestionar sus emociones, no son tan diferentes.

Una pregunta importante que podríamos hacernos en estos momentos es: ¿qué me está queriendo decir mi hijo con su comportamiento? En lugar de ver la rabieta como un acto de desafío o desobediencia, intentemos interpretarla como una señal de una necesidad emocional que no está siendo atendida. Quizás se siente frustrado, cansado o sobreestimulado. ¿Cómo cambiaría nuestra respuesta si enfocamos la situación desde esta perspectiva?

Soluciones prácticas para acompañar a tus hijos en sus emociones

Aquí es donde entra la disciplina positiva. Esta filosofía se centra en la idea de que todos los niños quieren sentirse valorados, seguros y conectados con sus padres. No buscan portarse mal por el simple hecho de hacerlo, sino que su comportamiento es una forma de expresar lo que no pueden decir con palabras.

1. Conexión antes de corrección

Antes de intentar corregir una conducta, es fundamental conectar emocionalmente con tu hijo. Esto no significa que permitas comportamientos inadecuados, sino que te asegures de que tu hijo se sienta comprendido y seguro antes de buscar una solución.

Por ejemplo, si tu hijo ha tirado la comida al suelo, en lugar de regañarle de inmediato, intenta arrodillarte a su altura, mirarle a los ojos y decir: “Parece que estás muy molesto. Vamos a calmarnos juntos y luego veremos cómo podemos solucionar esto.” Este enfoque reduce la tensión y crea un espacio para que tu hijo pueda transitar sus emociones.

2. Validación emocional

Cuando tu hijo se siente desbordado, es importante que sepa que sus emociones son válidas, aunque no siempre sean adecuadas las formas en que las expresa. Puedes decir algo como: “Entiendo que estés muy enfadado porque no quieres irte del parque. Es difícil cuando no podemos hacer lo que queremos.” Validar los sentimientos de tu hijo no significa que permitas el mal comportamiento, sino que reconoces lo que está sintiendo.

Los adultos también pasamos por momentos en los que nuestras emociones nos superan. ¿Cómo te sentirías si, cuando estás triste o enfadado, alguien te dice que no deberías sentirte así? Posiblemente, te sentirías incomprendido. A los niños les ocurre lo mismo. Validar sus emociones les enseña que está bien sentir lo que sienten, y les ayuda a aprender a gestionar la reacción ante ellas.

3. Ofrecer opciones y búsqueda de soluciones

Una vez que hayas conectado y validado sus emociones, puedes ofrecer alternativas que les permitan participar en la resolución del problema. Invitar a los niños a ser parte activa en la búsqueda de soluciones no solo les enseña responsabilidad, sino que también les ayuda a sentirse competentes y valorados.

Si, por ejemplo, tu hijo ha pintado en las paredes, podrías decirle: “Veo que te gusta mucho dibujar, pero las paredes no son el lugar adecuado. ¿Qué tal si buscamos juntos un lugar donde puedas pintar sin problemas?” De esta forma, transformas el conflicto en una oportunidad de aprendizaje y colaboración.

Padre e hijo dibujando juntos en el suelo con crayones.
Conexión creativa a través del dibujo

Recapitulemos lo aprendido hasta aquí

Hasta ahora, hemos visto cómo es importante conectar emocionalmente con nuestros hijos antes de corregir su comportamiento. Hemos aprendido a validar sus emociones y a ofrecerles soluciones prácticas, basadas en el respeto y la colaboración.

Pasemos al siguiente paso: cómo integrar estos principios en la vida diaria para fomentar el bienestar emocional y el sentido de pertenencia de nuestros hijos.

La importancia del bienestar emocional y el sentido de comunidad

Uno de los pilares de la disciplina positiva es el bienestar emocional. Este no se trata solo de que los niños se sientan bien, sino de que desarrollen una autoestima sana y una fuerte sensación de pertenencia dentro de la familia y la comunidad.

Los niños necesitan sentirse valorados, no solo por lo que hacen, sino por quienes son. ¿Cuántas veces les recordamos a nuestros hijos lo importante que son para nosotros? Es fácil caer en la rutina diaria de las órdenes: “Recoge tus juguetes”, “Haz los deberes”, “Deja de pelearte con tu hermana”. Sin embargo, es vital que los niños también reciban mensajes positivos sobre su valía y contribución a la familia.

Fomentando el sentido de pertenencia

Los niños, al igual que los adultos, quieren sentirse parte de algo más grande. Desde una edad temprana, buscan su lugar en la familia y en su entorno. Esto es clave para su desarrollo emocional. Como padres, podemos ayudarles a encontrar ese lugar al ofrecerles pequeñas responsabilidades que les hagan sentir útiles y parte importante del hogar.

Familia compartiendo un momento mientras el niño ayuda a poner la mesa.
Familia unida a través de tareas compartidas

Un ejemplo sencillo es invitar a tu hijo a ayudarte a poner la mesa. ¿Cómo crees que cambia su actitud cuando en lugar de ser solo un receptor de órdenes, es también parte activa de las tareas del hogar? Estas pequeñas acciones les ayudan a sentirse valorados y apreciados.

Conclusión: Acompañar a nuestros hijos en su crecimiento emocional

Educar desde la empatía y la disciplina positiva no es un camino fácil, pero es uno que tiene grandes recompensas. Al aprender a gestionar nuestras propias emociones y acompañar a nuestros hijos en las suyas, estamos creando un entorno donde todos pueden crecer, aprender y, sobre todo, sentirse amados y comprendidos.

El cambio comienza en ti. Si deseas seguir profundizando en estos temas, te invitamos a inscribirte en nuestras formaciones sobre disciplina positiva. Juntos podemos crear un espacio donde el bienestar emocional sea la prioridad y nuestros hijos puedan crecer sintiéndose parte de algo más grande: su familia y su comunidad.

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