Llega la temporada de ¿qué tal las notas? Sabemos que es un tema que agobia a muchas familias. Por ello, os presentamos este post donde abordaremos cómo enfocar con disciplina positiva la llegada de las calificaciones escolares.
No es una competición
Imaginas que terminarás el trimestre laboral y al llegar a casa te preguntarán ¿qué tal los resultados?, ¿qué tal la facturación?Y ¿quién ha ganado más, tú o tus compañeros de trabajo? Que tu madre te llamara por teléfono y te dijera “pues tu hermano ha recibido un ascenso, a ver si aprendes de él”.
Esto NO es una competición de a ver quién ha sacado mejores notas. Como si el valor de la persona se midiera por sus resultados académicos.
¿Sabes a quién pertenecen las calificaciones?
A ellos y no deberían ser de dominio público. Les tienen que servir para evaluar sus propios progresos. Pero, en ningún caso, para compararse los unos con los otros.
Ayer @mamidigoprofe hablaba de cómo cala ese “estoy ORGULLOSA de ti” en base a las calificaciones. No les valoramos por lo que son, sino por los resultados obtenidos en una parcela de su vida.
¿Cómo te sientes?
Te invito a cambiar el foco. Deja que sean ellos los primeros que vean sus calificaciones y luego muestra interés por cómo se sienten, sin juicios.
Independientemente de los resultados:
Si está satisfecho con ellos, podemos decir:
- “¿Te sientes orgulloso?”
- “Se nota que te has esforzado”
Si, por el contrario, no está satisfecho con ellos:
- ¿Qué puedes hacer el próximo trimestre con esta asignatura? ¿Podemos ayudarte?
- Veo que esta asignatura no te gusta, es normal, a mí me pasaba con las mates y tuve que pedir ayuda. Dinos cómo podemos ayudarte
- A veces los resultados no reflejan nuestro esfuerzo
- Cuenta con nosotros si nos necesitas
- Te queremos por lo que eres, no por lo que haces, ni por cómo lo haces
Porque, seamos honestos: no tenemos que ser número 1 en todo. Somos un ser social, estamos hechos para contribuir a la sociedad. Cada persona tiene unas fortalezas y va desarrollando unas habilidades; nos sentimos plenos en función de nuestra contribución al grupo/ los grupos a los que pertenecemos.
¿Y si “pasan de todo”?
- Atención: una medida de protección es “hacer como que nada me importa”
- Duele tanto sentirse inútil que llega un punto que prefieren evitar exponerse al fracaso y parece que “tiran la toalla”
- Denota que la autoestima está tocada
- Necesitan aliento, no sermones, ni castigos
- Enfócate en sus fortalezas
- Tiende tu mano desde la calma y el no juicio
- No le critiques, no le etiquetes
¿Y si, a pesar de ser buenas sus calificaciones, siente frustración?
Esta es una de las consecuencias de poner todo el peso en el resultado y no en el proceso. Así como de haber recibido alabanzas constantemente. Si cada vez que hacen algo -que los adultos consideran que es correcto- reciben mensajes como “muy bien”, “qué orgullosos estamos de ti”, “¡qué notas más increíbles!”, “bravo, te mereces un premio”, “eres el mejor”, “todo lo haces bien”… la interpretación podrá ser “solo soy válido y merecedor de orgullo cuando todo lo hago bien”.
A medida que suben de curso, la dificultad aumenta. Por lo que mantener ese nivel de excelencia no siempre es factible. Los altos niveles de perfeccionismo pueden provocar mucho sufrimiento.
Además, ¿qué salida profesional elegirán si su objetivo es agradar a sus padres, conseguir que se sientan orgullosos y no enfocarse en sus propios deseos y fortalezas? Encontrar nuestro propósito en la vida no es fácil. Pero si nos sentimos libres de elegir, si tenemos aliento, si no tememos al error, si tenemos una autoestima alta y no adicción a la aprobación externa, entonces, tendremos más papeletas de encontrar nuestro camino. Aunque hayamos tenido que probar varios que no lo eran hasta encontrar el nuestro.
En definitiva, el perfeccionismo y la auto exigencia NO son virtudes, ni cualidades. Porque en la vida no todo va a salir bien a la primera, a veces ni siquiera a la segunda, ni la tercera… hay cosas que necesitan de práctica para llegar a recoger los frutos. Incluso puede ocurrir que el resultado esté lo suficientemente bien, pero el listón es tan elevado, que sufren por no llegar a ese nivel máximo (a veces inalcanzable porque la perfección no existe y si existiera ¿qué precio tendríamos que pagar para alcanzarla?).
¿Cómo actuar entonces?
Si hay frustración con notas altas preguntamos con serenidad “¿cómo te sientes?”, “¿necesitas un abrazo?”, “llora si así lo necesitas”, “estamos aquí y te queremos”. Es positivo que permitamos que puedan expresar sus emociones.
Y, a partir de aquí, vamos retirando las alabanzas y eliminamos la penalización del error. Es bueno que vean a papá y a mamá confundirse y afrontar el error con naturalidad. “Vaya, me he equivocado ¿cómo puedo solucionarlo?” Y expresar con naturalidad, “hoy me confundí en esto y, gracias a ese error, aprendí esto otro”.
Porque de los errores podemos aprender mucho. Pero si tenemos miedo a equivocarnos, seguramente elegiremos la opción más fácil, la que garantiza que brillemos; y, quizás, evitemos afrontar retos más grandes, con el fin de no sentir ese dolor de no haberlo conseguido según marcaban nuestras altas expectativas.
No te quedes en la superficie, llega al origen
Y recuerda, seas madre, padre o docente: Nunca te quedes en la superficie. Lo que se ve es solo la punta del iceberg. Ya sabéis que en las formaciones de educación positiva hacemos muchísimo hincapié en ofrecer conocimientos y herramientas que ayuden a llegar al origen. Porque solo llegando a la raíz, es cómo podemos ayudarles a crecer con habilidades y cualidades que les permitirán superarse y alcanzar sus objetivos. Sin olvidar la importancia de desarrollar el sentimiento de comunidad.
Es difícil ponerse objetivos y luchar por ellos cuando tenemos la autoestima por los suelos, ¿verdad?
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